Panorámica noreste de Canfranc. Años cincuenta. Archivo Museo del Ferrocarril de Vilanova. Fundación de los Ferrocarriles Españoles. (FFE)
Este blog viajero y ferroviario cumple un año en
febrero. En este aniversario habría muchos temas que serían apropiados, pero Canfranc
me parece -y es siempre- una buena opción.
Llegada del tren inaugural francés. 18 de julio de 1928.
Archivo Histórico Ferroviario. FFE
Foto: Archivo Histórico Ferroviario. FFE. Años ochenta
Hace un par de años se presentó mi libro “El
Canfranc. Historia de un tren de leyenda. Los trenes del ferrocarril
internacional desde sus orígenes hasta la actualidad”. Es en cierto modo, el
libro de mi vida dadas mis peculiaridades biográficas. Es mi tributo a un pueblo
y a un ferrocarril tan querido.
Esta entrada es una reivindicación del Canfranc a
partir del libro, en el que expreso lo que es y supone el Canfranc. Esta reivindicación,
aun con un componente sentimental obvio, va más allá de sentimientos y
emociones, desde la realidad de su historia apasionante, a partir de datos y argumentos reales, pues el Canfranc no es
patrimonio de nadie en particular, de ninguna opción política o colectivo. Recordando a Antonio Machado, “Después de la verdad no hay nada tan bello como la ficción”.
La historia del Canfranc merece ser conocida y valorada pues es un icono aragonés, español y europeo, parte
de nuestra memoria y de nuestro patrimonio, pero en un estado que produce dolor.
Panorámica del edificio principal de Canfranc. Años cincuenta. Archivo Museo del Ferrocarril de Vilanova. FFE.
Como ferrocarril internacional, la línea en sus dos vertientes, la estación, su emblema, y el impresionante túnel de Somport,
es un involuntario mausoleo ferroviario de gran valor histórico,
monumental, paisajístico, patrimonial y sentimental; un impresionante legado,
potencialmente útil, que merece
reconocimiento más allá de su triste existencia.
Boca sur del túnel de Somport. 1928. Archivo Histórico Ferroviario. FFE. Abajo la norte, Revista de Obras Públicas
A pesar de
las enormes expectativas e ilusiones que despertó, su éxito no era posible. Fue un ferrocarril sobredimensionado, concebido por personas del siglo XIX a partir de estudios,
ideas y conceptos decimonónicos pero terminado en 1928, cuando las demandas y
necesidades ya eran muy diferentes y en la que el ferrocarril ya no tenía la importancia que tuvo atrás.
Sus
características constructivas y de explotación son complejas y difíciles, imposibilitando volúmenes de
carga y de viajeros
relevantes. Además de las dificultades de la propia línea, hay otros factores determinantes. Las zonas que atraviesa carecen de ciudades de tamaño importante y su
producción industrial, agrícola y ganadera no tiene gran importancia en comparación con otras regiones. Este reducido peso no es
menor en Francia,
en donde la línea
es una simple antena, un corto ramal, con unas condiciones de explotación de dificultad extrema.
Zona del túnel helicoidal de Sayerce. Abajo la línea que entra en túnel que acaba arriba a la derecha. Foto SNCF
Este gris
escenario,
casi permanentemente amenazado de cierre y siempre muy por debajo de las
enormes expectativas que despertó no es toda la historia.
A pesar de todo, nada desmerece
su encanto y el enorme
caudal de energías y dificultades que han marcado su existencia hasta convertirlo en un símbolo.
El rápido "Aragón" a Madrid en uno de los más hermosos paisajes de la línea. 1988. Foto: Manuel Maristany
Aun así,
sirvió para unir dos naciones amigas, como mero medio de transporte, pero siendo
más que un tren y es que, al reivindicarlo, es probable que no se insista lo suficiente en sus mayores activos: su enorme
atractivo paisajístico, natural, turístico y monumental, a la altura de las líneas ferroviarias más reputadas de Europa.
En una
imagen de un día “medio” del ferrocarril de Canfranc, en sus poco más de cuarenta años de ferrocarril
internacional, no habría placas de bronce de la Compañía
Internacional de Coches Camas, ni trenes
directos a París.
En el lado español, un correo con dos locomotoras de vapor de principios de siglo, remolcando cuatro o cinco coches y furgones bastante usados que invertía más de cuatro horas en llegar a Zaragoza y, en el mejor de los casos, un coche que tres días por semana llegaría a o de Madrid tras quince horas de viaje.
En el lado español, un correo con dos locomotoras de vapor de principios de siglo, remolcando cuatro o cinco coches y furgones bastante usados que invertía más de cuatro horas en llegar a Zaragoza y, en el mejor de los casos, un coche que tres días por semana llegaría a o de Madrid tras quince horas de viaje.
Una locomotora 3100 ex Norte, en cabeza del correo a Zaragoza. 1957. Colección: Moncho García
Escena familiar delante del coche directo a Madrid. Años cincuenta. Foto: Margarita Gutiérrez Juste
En el lado francés, un aún más modesto tren con tres pequeños coches remolcados por una vieja locomotora eléctrica que invertiría más de dos horas en llegar a Pau. Para acceder a este tren, un enlace limitado tras una espera, con suerte no muy larga, tras los tediosos trámites aduaneros.
Vehículos en el lado francés. Foto: Sicilia, colección: Moncho García
Es cierto que Canfranc es un paso intermedio respecto a las fronteras costeras españolas en Irún y Port Bou y que acorta distancias, pero es fácil comprobar que las distancias no se acortan significativamente y, menos
aún, con el desarrollo
de la alta velocidad.
La frontera parece coincidir con un centro casi equidistante de las fronteras principales, pero viendo un mapa sin deformar se ve que no es así más aún dada la ubicación muy occidental de la
península Ibérica respecto a Europa, lo que condiciona el tránsito fronterizo.
Tampoco es posible situar en un mismo plano la frontera de Canfranc con las de Irún y Port Bou, líneas con vía doble, electrificadas, con buen perfil y afluentes de ciudades y áreas productivas importantes. Hay que valorar si se quiere un paso al nivel de los dos pasos extremos españoles, lo que tiene unas implicaciones económicas y políticas de gran calado o, aprovechar, aun con importantes mejoras, un trazado existente, pero con una capacidad de transporte muy diferente.
Tampoco es posible situar en un mismo plano la frontera de Canfranc con las de Irún y Port Bou, líneas con vía doble, electrificadas, con buen perfil y afluentes de ciudades y áreas productivas importantes. Hay que valorar si se quiere un paso al nivel de los dos pasos extremos españoles, lo que tiene unas implicaciones económicas y políticas de gran calado o, aprovechar, aun con importantes mejoras, un trazado existente, pero con una capacidad de transporte muy diferente.
Mapa de 1928. Revista Le Gènie Civil
Mapa regional de SNCF. 1977
Detalle de la línea entre Bedous y Canfranc. Revista Le Gènie Civil
Aunque la línea nunca fue un éxito en cuanto al transporte ferroviario, no puede dejar de
señalarse el infortunio de que fue víctima en toda su historia. Su comienzo
vino marcado por un contexto económico y político difícil en España que vendría
seguido por años aún más difíciles en lo económico en todo el mundo. Aun
recuperándose de aquella complicada coyuntura, el ferrocarril debió afrontar
como todo el país la prueba de una guerra civil que dividió España en dos. La
guerra supuso un retroceso radical a la expansión ferroviaria que el Canfranc
experimentaba. Acabada la guerra española llegaba el momento de la
recuperación, pero a la guerra civil siguió la mundial, lo que acabaría
significando otro frenazo al desarrollo del ferrocarril internacional, tras un
breve paréntesis de una relativa pujanza hacia el final de la guerra mundial y,
por supuesto, el periodo de “cuarentena” impuesto al régimen franquista,
añadido a los periodos de cierre de hecho del túnel de Somport y de todo tráfico
internacional.
El
automotor Renault ABJ 9328 a Zaragoza. Años cincuenta. Foto: José Mª Cuyás. Archivo del Museo del Ferrocarril de
Vilanova. Fundación de los Ferrocarriles Españoles.
Desde 1948 hasta el final de
su etapa internacional conoció altibajos, pero siempre dentro de una gran
modestia. En España se intentaron mejoras, de nuevo principalmente para el tráfico
de viajeros, que no lograron revertir la precaria vida del ferrocarril. En
cuanto al tráfico de mercancías, conoció momentos de relativa revitalización,
aunque siempre lejos de unas cifras mínimas.
Vestíbulo principal de la estación. Años cincuenta. Archivo del Museo del Ferrocarril de Vilanova. FFE.
Mercancías con viajeros Pau-Canfranc en en Les Forges d’Abel. 1960. Foto: Marc Dahlstrom, Voies Ferrées nº 35
En 1970 se acabó el ferrocarril
internacional por un accidente que, aunque pudo
haber ocurrido en cualquier momento, fue aprovechado para justificar el cierre que acechaba permanentemente, dado el muy
deficiente estado de la línea, necesitada
de importantes mejoras y de muy reducida utilidad.
Varias escenas del descarrilamiento del 27 de marzo de 1970. Puente de L'Estanguet. Fotos: Thierry Leleu y SNCF
Estación de Canfranc. 2013. Foto del autor
Hoy, medio siglo
después, solo un par de trenes españoles llegan a Canfranc y también están en marcha ambiciosas obras de reconstrucción y revitalización del complejo ferroviario de Canfranc. Son la
esperanza de que este modesto ferrocarril regional vuelva a tener carácter internacional,
su auténtica razón de ser.
El rápido de Madrid y a la izquierda la composición del Estrella "Pirineo" a Madrid y Valencia. 1988. Foto: Eduard Ramírez
Un "Tamagochi" preparado para el servicio regional a Zaragoza. 2018. Foto del autor
Un TER especial Canfranc-Zaragoza en el viaducto de Cenarbe. 1988. Foto: Juan Acón
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